Causa justa y acciones opuestas

Causa justa y acciones opuestas

Como parte de la jornada Verdad y justicia: deuda del Estado mexicano, que comenzó el lunes en Iguala y continuó el martes en Chilpancingo, Guerrero, presuntos integrantes de la legendaria Federación de Estudiantes Campesinos Socialista de México, por lo menos algunos de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, vandalizaron hasta provocar incendios el Palacio de Justicia y la sede del Congreso, respectivamente.

 

El periódico La Jornada, comprometido con los movimientos sociales como ninguno, incluida la causa de los 43 desparecidos, que en verdad son 42, reporta: “Desde temprana hora, los manifestantes arribaron en 24 autobuses, provenientes de la Normal de Ayotzinapa, ubicada en el municipio de Tixtla; de manera ordenada se colocaron afuera del Palacio de Justicia a la espera de que concluyera el mitin que encabezaban los padres de los estudiantes desaparecidos”. Terminado el acto y retirados los padres, un grupo se dedicó a vandalizar, que no es otra cosa que “Cometer acciones destructivas contra la propiedad pública”, la que se construye con los impuestos, el esfuerzo de muchísimos mexicanos.

 

Todo sucedió, más lo que se acumule, en la víspera del encuentro de los padres de familia con el presidente de México y el fiscal General de la República, con motivo del sexto aniversario del asesinato de tres estudiantes y cuatro civiles, así como la desaparición de los 43. Está previsto para el encuentro en Palacio Nacional la revelación de resultados en la investigación realizada por la FGR y su titular Alejandro Gertz Manero.

 

Llama la atención, por ello, la impertinencia de las acciones vandálicas lo que las vuelve provocadoras, a cargo de estudiantes que las realizan como si fuera una más de las asignaturas que cursan, pero lo que es peor sin que los partidarios y simpatizantes de la legítima causa del esclarecimiento completo de la oscurísima noche de Iguala, se ocupen de estas prácticas abusivas y sin sentido salvo que sean inducidas, porque se lucha para presionar a las autoridades de cualesquiera niveles y signos políticos, pero también para ganar adeptos pues sin ellos no se hace camino al andar y los actos vandálicos no ayudan a despejarlo; como es evidente con la reducción paulatina de las propias filas hasta volverse drástica. Las marchas en la Ciudad de México en el último trimestre de 2015 resultaron tan nutridas que no faltó quien observará que eran superiores a las del 68 mexicano. Y ahora apenas movilizan a unos cuantos.

 

Así sea mal visto, políticamente incorrecto, es preciso marcar claramente los excesos que cometen los dirigentes de movimientos sociales que con alguna frecuencia no aparecen en primera fila de los dirigidos, sino en la retaguardia o de plano en la oficina o la casa, como lo hacen, perdón por el ejemplo, los que acampan en la capitalina avenida Juárez como si fuera un día de campo.

 

No basta que las demandas sean justas (“el vocablo latino iustus derivó en justo, un adjetivo que se emplea para nombrar a aquello que resulta conforme a la justicia. Lo justo, por lo tanto, es ecuánime, equitativo, imparcial o razonable). Es preciso que las formas de protesta guarden correspondencia con las primeras. Y que los dirigentes sostengan un discurso mínimamente coherente y no con los bandazos del abogado de los padres de familia, Vidulfo Rosales, del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan: “Hasta ahora –dice– no se ha investigado nada y no se ha visto nada”, pero cuando sale de Palacio Nacional sostiene todo lo contrario. (Foto: Regeneración)