Revelan que la tripulación del Challenger no murió en la trágica explosión

Revelan que la tripulación del Challenger no murió en la trágica explosión

Foto: Pixabay

Hace 35 años, la tripulación del transbordador Challenger falleció durante el lanzamiento de la misión espacial; sin embargo, Kevin Cook ofrece nuevos datos sobre aquella tragedia, y en su libro “The Burning Blue: La historia no contada de Christina McAuliffe y el Challenger de la NASA”, detalla que los especialistas no murieron tras explotar la nave enero de 1986, sino al caer al mar.

 

El autor dedica su libro a Christa McAuliffe, la primera especialista a bordo del transbordador que no pertenecía al sector espacial, y en sus páginas recuerda que aquel 28 de enero de 1986, el Challenger alcanzó el doble de la velocidad del sonido y el piloto Michael Smith miró por la ventana y quizás vio un destello de vapor o de fuego; el cohete propulsor derecho soltaba combustible.

 

Se supo más tarde que el frío de aquella mañana en Florida afectó las juntas de goma entre las secciones de refuerzo que contenían el combustible explosivo en su interior, por lo cual los anillos no se expandieron debidamente, y esto originó que se quemaran algunos gramos de combustible sobrecalentado.

 

El daño estaba hecho y tras un minuto y 12 segundos del despegue, la llama aumentó y tres segundos después penetró el recubrimiento de aluminio del tanque de combustible. El tanque se rompió al instante y encendió el combustible de hidrógeno sucediendo la explosión. El módulo de la nave donde estaban los astronautas permaneció intacto y se separó, dejando así a los miembros de la tripulación "conscientes, al menos al principio, y se daban cuenta plenamente de que algo iba mal", señala Kevin Cook.

 

Durante 20 extensos segundos la cápsula con la tripulación continuó su ascenso por inercia y después cayó al océano a 20 kilómetros del centro espacial. La caída duró más de dos minutos a una velocidad de impacto superior a los 330 km/h, fue entonces que la tripulación falleció.

 

Tras finalizar la investigación de la tragedia, en junio de 1986 los restos del Challenger fueron sepultados en un silo de misiles sin usar en Cabo Cañaveral. Como expresó más tarde el director del Centro Espacial Kennedy, Bob Cabana, "aquello fue como si estuvieran diciendo: 'Queremos olvidarnos de esto'".

Notas Relacionadas