
Con el objetivo de crear medicamentos que eviten la transmisión del COVID-19, un equipo internacional de científicos lleva a cabo una búsqueda global de personas genéticamente resistentes al patógeno para identificar los genes protectores y emplearlos en nuevos tratamientos. El proyecto fue publicado en la revista Nature.
La noticia ha entusiasmado al mundo científico, como a Mary Carrington, inmunogenetista del Laboratorio Nacional de Investigación del Cáncer de Frederick en la ciudad de Bethesda (Maryland, EU), quien afirma que este proyecto "es una idea fantástica. Realmente, es algo sabio".
Sin embargo, para Isabelle Meyts, inmunóloga pediátrica y médica de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), la idea es prometedora; pero uno de los grandes obstáculos importantes es que tal vez hay "solo un puñado" de personas genéticamente resistentes al patógeno en todo el mundo.
En este sentido, la inmunóloga pediátrica refiere: "La pregunta es cómo encontrar a esas personas". Asimismo, Sunil Ahuja, especialista en enfermedades infecciosas del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas, EU, opina que el proyecto "es muy desafiante. Esto no es para los débiles de corazón".
Por su parte, los autores del estudio afirman que el primer paso es limitar la búsqueda a las personas que han estado expuestas, sin protección, a una persona contagiada durante un período prolongado y que no han dado positivo ni han presentado síntomas del virus. En este sentido, buscan a parejas discordantes, es decir: quienes han compartido casa y cama con una pareja infectada; pero no han contraído la enfermedad.
Por ahora los expertos han reunido a unos 500 candidatos potenciales que podrían cumplir con estos criterios; pero el objetivo es contar al menos con 1,000 participantes. El problema es que, según Ahuja, la vacunación ha “enmascarando” potencialmente cualquier resistencia genética al virus, lo cual limita el número de sujetos de estudio.
A pesar de ello, los científicos buscan el mecanismo de resistencia más obvio, es decir, el de aquellas personas que no tienen un receptor ACE2 en funcionamiento, que el SARS-CoV-2 usa para ingresar a las células y, por lo tanto, infectarlas; observado con el virus del VIH, que ayudó a identificar una mutación rara que desactiva el receptor CCR5 en los glóbulos blancos, evitando que el VIH ingrese en ellos.
Asimismo, los expertos también piensan que algunas personas podrían tener mutaciones que incrementen el número de genes que impiden que el SARS-CoV-2 se multiplique, o mutaciones que descompongan el ARN viral en la célula. Por ello se muestran optimistas y esperan hallar personas naturalmente resistentes a la enfermedad.