Los habitantes de Kiev se han instalado en un sótano que ahora sirve como refugio antibombas, y en él no solo hay adultos, sino al menos 20 bebés subrogados que solo esperan la resolución de esta guerra para que sus nuevas familias entren al país y sean puestos a salvo.
Pese a que están bien atendidos, el personal médico ha declarado que las detonaciones y los demás estragos del conflicto se escuchan en todo el recinto, provocándoles un miedo constante y quitándoles la oportunidad de regresar a casa.
Muchas de las enfermeras del centro de gestación subrogada decidieron quedarse parcialmente con los pequeños por lo peligroso que es salir a las calles. Afirman que, aunque las autoridades ucranianas se han resistido a las rusas, el miedo a ser capturadas o sepultadas siempre está presente.
“Ahora nos quedamos aquí para salvar nuestras vidas y las de los bebés... Nos ocultamos aquí de las bombas y de esta espantosa miseria”, declaró Lyudmilia Yashchenko, una enfermera de 51 años.
El agotamiento es constante, afirmó Yashchenko, pues no han podido salir a tomar tanto aire fresco como quisieran y apenas duermen por todos los pequeños que deben cuidar.
“Trabajamos todo el día”, dijo la enfermera que se negó a compartir las cifras de cuántos bebés más venían en camino.
Aunque hay suministros de bebés en abundancia y comida, el equipo de enfermeras no puede negar su desesperación por el rescate de los recién nacidos y su traslado a Latinoamérica, Europa y China, países en los que viven los padres de estos pequeños, ya que ellas tienen a sus propios hijos que cuidar o que velar desde el campo de batalla.
