La Agencia Aeroespacial de Estados Unidos (NASA, siglas en inglés) sabe que su sonda InSight tiene sus días -quizás horas- contados en Marte, donde el polvo acumulado en sus cuatro años sobre el llamado Planeta Rojo le impide recargar baterías para seguir funcionando.
"Mi energía es realmente baja, así que esta puede ser la última imagen que puedo enviar. Igual, no se preocupen por mí: mi tiempo aquí ha sido productivo y sereno. Si puedo seguirle hablando al equipo de mi misión lo haré, pero estaré fuera pronto. Gracias por quedarse conmigo", publicó InSight en la red social Twitter.
El mensaje rebosa dramatismo al ser escrito en primera persona, como solían ser las comunicaciones subidas a redes sociales por el equipo a cargo del módulo, cuyos datos permitieron conocer un poco más la cotidianeidad en Marte, en particular su actividad sísmica.
Desde marzo pasado se esperaba el inminente fin de la misión, pero InSight sobrevivió hasta ahora porque sus encargados desactivaron casi todos sus medidores, salvo el sismógrafo, que le permitió recolectar datos del terremoto más grande jamás registrado fuera de la Tierra.
Fue una misión también marcada por reveses, como la pérdida del DLR, una suerte de taladro apodado "El Topo", desarrollado en Alemania, y que tenía el objetivo de excavar a una profundidad de cinco metros para analizar las propiedades térmicas del interior de Marte.
InSight aterrizó en Marte el 26 de noviembre de 2018, pero el DLR no se puso en marcha hasta el 12 de febrero del año siguiente, y su martillo percutor apenas horadó unos centímetros del "duracrust", el tipo de suelo duro y compacto sobre el que se posó el módulo.
Una veintena de personas trabajaron desde 2018 en el manejo de InSight, que superó sus expectativas de vida útil con el envío de millones de datos sobre la superficie marciana, útiles para entender sus dinámicas.
