No es como en las películas: esto hay detrás de los exorcismos

No es como en las películas: esto hay detrás de los exorcismos

Foto: Pixabay

El máximo representante de la iglesia católica, el papa Francisco, aseguró que mientras se desempeñaba como arzobispo en Buenos Aires, Argentina, estuvo en contacto con personas “poseídas”, a las que mandó con exorcistas. El pontífice explicó en una entrevista para “Vatincan News” que en su país de origen vio de cerca varios casos similares, aunque no fue él quien llevó a cabo estos ritos.

 

Jorge Bergoglio reconoció que, como humanos, todos somos susceptibles a los ataques de alguna fuerza maligna, generando divisiones y corrupción en la mente y el corazón de los hombres.

 

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Los exorcismos son rituales que se han hecho desde hace siglos y el objetivo es, supuestamente, liberar a una persona o un espacio físico de un ente sobrenatural que lo invade.

 

Esta ceremonia consiste en que un sacerdote haga una serie de oraciones especiales en el nombre de Jesús, esto con el permiso previo de un obispo o la arquidiócesis. El objetivo es que con la oración se invoque a los santos, se lea la palabra de Dios y, finalmente, se enuncien una serie de plegarias en el nombre de Jesús para invocar a Dios Padre y al Espíritu Santo, ordenando a la entidad maligna salir del cuerpo o lugar en que se halla.

 

No es algo que se le pueda practicar a cualquier persona, ya que antes se debe examinar a la persona poseída para descartar algún otro padecimiento siquiátrico o dolencia física. Para cerciorarse de que la víctima ya está “sana”, algunos sacerdotes deciden seguir con la oración, incluso si ya no hay síntomas, esto para descartar “engaños del espíritu”.

 

En diferentes películas hemos visto representados este tipo de actos, siendo la más memorable la de “El exorcista” (William Friedkin, 1973). En esta producción se muestra la posesión de una menor que le hace contorsionar su cuerpo, retorcerse, hablar con un tono de voz extraño y ajeno a ella y, en los últimos momentos, levitar, escupir líquido verde y girar su cabeza en 180 grados.

 

 

Esto ha contribuido a que nos hagamos una idea de lo que sucede durante estos procedimientos. Pero ¿cómo han sido estos casos en la vida real? Hace casi 250 años, el inglés George Lukins sufrió una posesión que lo hacía hablar solo, recitar palabras en reversa y le provocaba conductas violentas. En 1778, un puñado de siete sacerdotes de Bristol le practicaron un exorcismo para desaterrar de su cuerpo a las siete entidades que lo invadían. Finalmente, Lukins se sintió liberado y agradeció a los padres el servicio.

 

Años más tarde, en 1896, se dio uno de los hechos más conocidos en Estados Unidos, el de Anna Eklund. Este no era su verdadero nombre, ya que se ocultó por tratarse de una niña de 14 años. A esta edad, su padre sostenía que estaba poseída por el maligno, siendo el motivo de esto su negativa ante las insinuaciones sexuales que él le hizo.

 

 

A lo largo de varios años, le practicaron más de un exorcismo, pues relataban supuestos ruidos de gato, habla en idiomas desconocidos y, finalmente, levitación. En 1912 el rito se consideró exitoso, pero en 1928 tuvo una “recaída” y se le volvió a practicar, esta vez con un mejor final a sus ya 46 años.

 

Más reciente, en 2005, la monja de Rumania Maricica Irina Cornici, de entonces 23 años, comenzó a denostar señales que se adjudicaban a una verdadera posesión. Nuevamente, se comentó que escuchaba voces extrañas, lo que se creía era el diablo comunicándose con ella. En primera instancia se le trató como una paciente de esquizofrenia, a lo que el tratamiento le sirvió, pero después tuvo más complicaciones.

 

Como último recurso, se decidió practicarle el exorcismo, pero este caso no fue tan satisfactorio. La monja Maricica murió en el procedimiento, pues como parte del ritual, la amarraron a una cruz y la amordazaron con una toalla mojada. Así permaneció durante tres días en una habitación del convento en el que vivía hasta que, finalmente, falleció por deshidratación y asfixia.

 

 

Un problema con estos ritos es que, si no se analizan adecuadamente, se pueden confundir enfermedades reales con posesiones. Algunas afecciones mentales, como la esquizofrenia, provocan que las personas que la padecen demuestren comportamientos erráticos como habla distorsionada o voces en su cabeza, lo que en algunos contextos se puede confundir con la intrusión de un demonio.

 

El dermografismo origina erupciones y marcas en la piel, lo que en otros tiempos se pensó que era señal inequívoca de posesión satánica. Por su parte, la epilepsia hace que los pacientes tengan convulsiones y sensibilidad a la luz, además de movimientos corporales anormales, ojos en blanco y mordidas de lengua que devenían en desangrado bucal y vómito, como si de la película se tratara.

 

Otros padecimientos más, como la rabia, derivan en conductas violentas, sensibilidad a la luz, hidrofobia (miedo y rechazo al agua) y pérdida de la cordura, otros síntomas de una hipotética posesión. Finalmente, hay circunstancias en las que un entorno condiciona el comportamiento de los individuos. El efecto placebo o sugestión es un mal clínico en el que los estímulos extremos de una situación terminan por orillar a una persona a reaccionar de acuerdo con el contexto.

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