Antes del “fosfo fosfo” y los spots, así eran las campañas electorales

Antes del “fosfo fosfo” y los spots, así eran las campañas electorales

Foto: Freepik

Oficialmente en México llevamos 38 días de campañas a nivel federal y local, por lo que la gente ya sabe que las calles, medios de comunicación y redes sociales están plagadas de la imagen de los políticos. Aunque esta es la forma en que concebimos las campañas en la actualidad, hace décadas eran completamente diferentes por las vías de comunicación y la forma de acercarse a la gente.

 

Antes del “fosfo fosfo”, los mensajes en redes sociales, las imágenes editadas y las apariciones en la televisión y radio, las campañas electorales eran muy diferentes y si bien comparten muchas similitudes con las actuales, como tapizar las calles con la cara de los candidatos, hay vertientes que hoy en día ya no se ven y otras que eran impensadas.

 

Esto es algo que se nota más si se revisan épocas como el porfiriato, donde las campañas se daban en un contexto poco democrático y en el que todo estaba supeditado a lo que dictaba el presidente. De igual forma, se podía ver que no había herramientas de análisis tan importantes hoy en día, como las encuestas o los equipos tan robustos como los que hoy acompañan a los candidatos.

 

¿Cómo eran las campañas anteriormente?

 

A finales del siglo XIX y principios del XX, cuando gobernó Porfirio Díaz Mori, las campañas electorales se distinguían por tener que adaptarse a los contextos en los que vivían las personas. Lo usual, para llevar el mensaje a un país con un índice de analfabetismo del 78 %, era el uso de pines y carteles en los que resaltaba la imagen del candidato y su nombre, sin grandes diseños.

 

Por otra parte, para la elección de los representantes del Legislativo y el Judicial, se constituían algunos círculos políticos alrededor de los personajes que contaban con el favor y el apoyo del oficialismo. Por lo anterior, las campañas solían ser sumamente cortas, en ocasiones de unos días, y casi siempre se alzaron como ganadores los aliados al poder.

 

 

Cómo era obvio, la presidencia era uno de los cargos en los que no había competencia, toda vez que el elegido siempre era el mandatario en turno, Porfirio Díaz. Esto lo hacía gracias al apoyo que recibía de su partido, el Partido Reeleccionista, y del “Círculo de Amigos de Porfirio Díaz”, una agrupación que sólo aparecía en tiempos de campaña para favorecer electoralmente a Díaz Mori.

 

En 1909, Francisco I. Madero fundó el Partido Nacional Antirreeleccionista (PNA) cambió la forma de desarrollar campañas, pues ahora había un movimiento que se basaba en acercarse más a la gente con el fin de sacar al partido del poder. A la postre esta se convirtió en la manera de hacer campañas, es decir, con mítines, recorridos por el país, hablando con la gente y usando a la prensa para difundir sus ideales entre los votantes.

 

Atrás quedó la práctica de que el mismo gobernante se reunía únicamente con los grupos de poder, tanto empresariales como políticos. Esto y el estallido de la revolución, trajo consigo que Porfirio Díaz fuera derrocado y, por consiguiente, en México se viviera un ambiente más democrático.

 

En adelante, la forma de hacer campañas políticas se basó principalmente en lo establecido en la Ley Electoral de 1912, en la que ya se creaba la figura de los partidos políticos con estatutos y declaración de principios, así como la celebración de elecciones intermedias. Si bien el panorama electoral fue distinto, todavía había prácticas como las campañas cortas en las que ganaban los cercanos al poder, caso de Venustiano Carranza que lideraba al movimiento revolucionario.

 

Uno de los principales objetos promocionales de las campañas eran los pines que usaban los colores de la bandera, los del Partido Nacional Revolucionario (PNR), el grupo hegemónico que se caracterizaba por heredar el poder. Este partido tuvo su ascenso en 1929 y desde entonces fue el único que hacía “campañas” en las que el acercamiento a la gente era escaso, pues tenía todo a su favor.

 

El primer candidato, y posterior presidente, fue Pascual Ortiz Rubio, quien se dio a la tarea de visitar más de 200 poblados en los que había multitudes que coreaban el nombre del candidato, aunque era evidente la injerencia de los líderes partidistas de la región para llenar lugares, es decir, los primeros pasos del famoso “acarreo”.

 

 

Además de esto, los grupos empresariales también jugaban un papel importante, ya que hacía propaganda a favor de los candidatos oficialistas. Por ejemplo, en 1946 empezó a regular su participación y hacía proselitismo de diferentes formas, como con la impresión de boletos de autobús con la cara de Miguel Alemán, el entonces favorito a la presidencia. En 1952 mientras se discutía el voto de las mujeres, Adolfo Ruiz Cortines dio platos con su imagen y nombre para acercarse a dicho público.

 

El panorama no cambió en las décadas siguientes, pues hasta los 80s en México no había muchas opciones de comunicación, hasta que se dio la masificación de los medios de comunicación. En esta década empezó a priorizarse la imagen de los políticos por encima de sus ideales y propuestas.

 

El caso más notable de esto fue lo ocurrido en 1988 con el candidato y posterior ganador Carlos Salinas de Gortari, quien se usó una estrategia que se difundió de manera masiva en televisión. Ahí daba a conocer sus programas, propuestas y en especial, su mirada de lo que quería para México en el futuro. Por el contrario, sus rivales, Manuel Clouthier del PAN y Rosario Ibarra de Piedra, se centraron más en una campaña de denuncia en contra del PRI.

 

Así fue hasta los 2000, cuando el partido oficialista por fin salió del poder gracias a una campaña donde los medios crecieron en importancia, pues hubo más difusión de la llamada “alternancia en el poder” con el panista Vicente Fox, quien además tuvo el impacto de ser un perfil disruptivo y “ocurrente”. A la par, el PRI lanzó a un candidato con poca presencia, Francisco Labastida.

 

Aunque para ese momento la campaña ya estaba fuertemente influida por los medios, en 2012 se vio un escenario completamente diferente. Ese fue el año en que un candidato tuvo el respaldo de estar al lado de una figura pública, caso de Enrique Peña Nieto y su matrimonio con Angélica Rivera, que se dio cuando el priista aún era gobernador del Estado de México.

 

El impulso de la imagen de Peña Nieto, una persona carismática, con su esposa del medio artístico en la televisora más vista del país, sirvió para que este alcanzara la presidencia para el otrora partido hegemónico. Conforme el resto del mundo cambió también esta estrategia de usar medios y apoyarse en figuras públicas.

 

 

Para las campañas del 2018 y las intermedias del 2021 los medios de comunicación convencionales dejaron de ser los más importantes, pues ya existían redes sociales con más alcance. Twitter, Facebook, Instagram o TikTok se volvieron parte fundamental de las estrategias de las campañas electorales.

 

En 2021, el caso más notable de cómo influyen los medios digitales en los resultados electorales es el triunfo de Samuel García como gobernador de Nuevo León. Parte de su victoria se atribuye al apoyo que recibió de Mariana Rodríguez Cantú, una reconocida influencer y empresaria que también era su esposa. Con millones de seguidores, Mariana Rodríguez fue protagonista de los momentos que elevaron la figura de Samuel García, siendo el más recordado el “fosfo fosfo”.

 

Su influencia fue tal que hoy en día esto la pone a ella como una candidata en dicho estado con amplias posibilidades de ganar, pero también sirvió para darle identidad al partido que la cobija, Movimiento Ciudadano. Ese año también se notó la capacidad de injerencia de este sector y los medios digitales en casos como el de los influencers del Partido Verde.

 

Este año, las redes sociales son uno de los espacios donde más se difunden los mensajes de los políticos y donde también invierten fuertes cantidades de dinero para tener más alcances. Esto se complementa con las apariciones en medios convencionales que todavía juega un papel importante en las campañas.

 

 

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