
A medida que las redes sociales continúan moldeando nuestra forma de interactuar, un nuevo fenómeno ha surgido, desafiando totalmente las normas tradicionales de la comunicación: el orbiting. Y aunque a primera vista pudiera parecer inofensivo, lo cierto es que este comportamiento puede tener consecuencias emocionales profundas.
Este término se refiere a la práctica de mantener una conexión superficial con alguien a través de las redes sociales, sin comprometerse con una interacción directa o física significativa. De manera más directa, ocurre cuando alguien deja de comunicarse directamente con otra persona, pero sigue presente en su entorno digital: ve sus historias, da "me gusta" a sus publicaciones o interactúa de manera pasiva, sin restablecer el contacto real.
El término orbiting proviene del inglés orbit, que significa girar alrededor de algo sin entrar en contacto directo. Fue acuñado como una variante del ghosting, donde una persona desaparece de la vida de otra sin explicación, pero en el orbiting, la persona sigue presente en la vida digital de la otra.
Fue la periodista Anna Lovine quien acuñó este término en 2018 para describir una dinámica en la que "la persona que practica orbiting te mantiene suficientemente cerca para que ambos se puedan observar, pero lo suficientemente lejos para nunca tener que hablar".
Por lo que, el orbiting se ha vuelto una tendencia tóxica por varias razones:
La Generación Z ha crecido en un mundo donde las redes sociales son esenciales para la vida social. Según la encuesta nacional "Impacto del uso de redes sociales en adolescentes mexicanos", publicada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) en 2023, los jóvenes entre 12 y 24 años pasan un promedio de 5 horas al día conectados a redes sociales, siendo Instagram, TikTok y WhatsApp las más utilizadas.
Esta hiperconectividad propicia interacciones ambiguas como el orbiting, en las que el contacto nunca desaparece por completo, pero tampoco se concreta. La presencia constante, pero distante, de una persona en el entorno digital puede hacer que quien lo experimenta tenga dificultades para cerrar un ciclo emocional, prolongando la incertidumbre y el malestar.
En tanto, el Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz informó en 2022 que el uso excesivo de redes sociales está vinculado con un aumento de casos de ansiedad y depresión en adolescentes y adultos jóvenes, especialmente en contextos de relaciones interpersonales no resueltas.
¿Cómo enfrentar el orbiting?
Para evitar caer en la trampa del orbiting, los especialistas recomiendan establecer límites digitales claros. Una opción es restringir o bloquear a la persona que lo practica para evitar la constante exposición a su presencia digital. También es importante fomentar relaciones basadas en la comunicación abierta y honesta, evitando que la incertidumbre de las redes sociales controle las emociones y la autoestima.