
La película “Cónclave”, protagonizada por Ralph Fiennes, guarda relación con la elección de Robert Prevost como nuevo papa, quien tomará el nombre de León XIV. Sin embargo, muchas personas se preguntan cuánto de lo que se muestra en la película se asemeja a la realidad.
La verdad es que “Cónclave” acierta en gran parte, representando con precisión muchos aspectos del procedimiento, como el encierro de los cardenales en la Capilla Sixtina, la confiscación de teléfonos, los inhibidores electrónicos, y la votación secreta con papeletas que son posteriormente quemadas para producir el famoso humo blanco o negro. Incluso muestra el rito de enhebrar los votos en un cordel, tal como sucede realmente.
Sin embargo, gran parte del drama político en la película ocurre dentro del cónclave, cuando en realidad esas tensiones se manifiestan antes, durante las congregaciones generales. Es en esas reuniones es donde surgen las rivalidades, se perfilan los candidatos y se definen, de manera informal, las alianzas. Los cardenales discuten a profundidad los rumbos posibles de la Iglesia, mientras los medios especulan con nombres, los favoritos antes de la elección.
Aunque en la película los cardenales parecen hacer campaña abiertamente, ese tipo de maniobras está estrictamente prohibido. De hecho, la ambición explícita puede incluso resultar contraproducente, tal como dice el dicho: "quien entra papa, sale cardenal". La historia de “Cónclave” usa esa idea a través del personaje de Bellini, interpretado por Stanley Tucci, que finge desinterés hasta que ya no es opción.
Los detalles visuales también se ajustan bastante a la realidad, ya que el autor de la novela original, Robert Harris, se documentó sobre el funcionamiento del Vaticano. Recorrió sus pasillos, estudió las reglas y habló con personas cercanas al proceso, de esa forma consiguió retratar de forma fiel el entorno donde se reúnen los cardenales. Las habitaciones son modestas, más parecidas a las de una clínica que a un hotel de lujo; además, el personal no está compuesto únicamente por monjas, sino que incluye también laicos e incluso no católicos.
Uno de los momentos más sobresalientes en la película es el discurso del personaje interpretado por Isabella Rossellini, ya que aunque es conmovedor, resulta muy improbable. Las religiosas que colaboran en la logística del cónclave no intervienen en las deliberaciones, ni mucho menos se dirigen al Colegio Cardenalicio.
Otro elemento de ficción es la inclusión del personaje Benítez, un cardenal secreto nombrado in pectore, que aparece en medio del cónclave con una carta del papa anterior. Aunque ese tipo de nombramientos existen, pierden validez si no se anuncian públicamente antes de la muerte del pontífice, por lo que el ingreso de Benítez en la elección sería inviable.
La película logra introducir la simonía y el soborno eclesiástico a través de una trama secundaria, y aunque exagerada, la historia se basa en hechos reales ocurridos en la historia. Incluso, recientemente, grupos bien financiados han intentado influir en el rumbo del cónclave mediante informes y campañas discretas, sobre todo desde sectores conservadores de Estados Unidos.
Pero esa influencia no siempre rinde frutos, ya que la mayoría de los cardenales electores fueron designados por el papa Francisco.