Apodos a maestros, el reflejo de la relación entre alumnos y docentes

Apodos a maestros, el reflejo de la relación entre alumnos y docentes

Foto: Freepik

En la secundaria, no sólo se aprenden matemáticas y español. También se hereda una tradición estudiantil que pocas veces se cuenta en voz alta: los apodos que los alumnos ponen a sus maestros.

 

Es una práctica no oficial, casi secreta, pero muy viva en cada generación. A través de estos sobrenombres, los jóvenes etiquetan, caricaturizan o reconocen a quienes les enseñan. Los motes van desde lo cariñoso hasta lo implacable: “el barco”, “la ogra”, “la rana”, “el dormilón”, etc.

 

Pero más allá del humor, los apodos reflejan algo más profundo: la forma en la que los estudiantes perciben a sus docentes y la dinámica emocional que se genera en el aula.

 

¿Por qué les ponen apodos a sus maestros?

 

Los apodos son una forma de crear códigos internos entre los estudiantes. Algunos son creativos, otros crueles. En su mayoría, se inspiran en:

 

Actitud y autoridad: "Si el profe es muy relajado, le dicen 'el barco'. Si es duro, 'el militar'", nos cuenta en entrevista Sofía, de tercer grado.

 

Apariencia física: “A uno pelón le decimos ‘el rodilla’, pero no con mala onda, ya hasta él lo sabe”, afirma Samuel, de segundo.

 

Estilo de enseñanza: “Hay una maestra que te pregunta mucho y siempre trae un lapicero en forma de varita, le decimos la Harry Potter o Potter”, dice Brenda, entre risas.

 

Algunos motes incluso evolucionan con los memes y la cultura pop. “Tenemos uno que le decimos ‘Chucky porque es bajito y cabello rojizo”, bromea Daniela, estudiante de tercer grado.

 

Apodo clásico: ¿Qué significa ser ‘barco’?

 

“Ser barco” es quizá el apodo más conocido. Se usa para describir a un profesor permisivo, que no exige mucho y pone buenas calificaciones con facilidad.

 

Y aunque suena favorable para los estudiantes, pudiera también suponer falta de autoridad o profesionalismo.

 

¿Puede un apodo dañar la relación alumno-docente?

 

Especialistas en pedagogía advierten que si bien algunos apodos pueden parecer graciosos, otros pueden convertirse en formas de bullying o faltas de respeto, especialmente si se relacionan con la apariencia o identidad del maestro.

 

De acuerdo con la investigadora María Esther Rodríguez, de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), los apodos en el aula forman parte de una cultura escolar que revela tensiones y necesidades. A veces son una forma de resistencia, otras una petición encubierta de atención o conexión.

 

Finalmente, los apodos en la escuela no son sólo un juego entre adolescentes. Reflejan relaciones de poder, admiración, rechazo o cariño. Entender el origen de estos motes puede ayudar a mejorar el ambiente escolar, fomentar el respeto y, sobre todo, abrir canales de comunicación entre alumnos y maestros.

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