El Vocho y Puebla: una historia de industria, cultura y arraigo

El Vocho y Puebla: una historia de industria, cultura y arraigo

Foto: Enfoque

Este 22 de junio se celebra el Día Internacional del Vocho, debido a que en esta fecha, pero de 1934, Ferdinand Porsche firmó el contrato con la Asociación de la Industria Automotriz Alemana para diseñar el "auto del pueblo", que daría origen a este vehículo.

 

En México, el vocho tuvo un impacto cultural y económico enorme, pero en especial, con Puebla existe una relación profunda gracias a diversos factores que lo convirtieron en un símbolo de la ciudad.

 

Este vínculo comenzó cuando la planta de Volkswagen en Puebla, establecida en 1967, fue la principal fábrica del vocho en México y una de las últimas en el mundo en producirlo. Hasta el 30 de julio de 2003, cuando salió el último vehículo “Última Edición” de la línea de ensamblaje, se fabricaron millones de unidades. En un inicio, la planta de Puebla sólo se dedicó a armarlos, pero a partir de 1996 empezó a fabricarlos desde cero, con lo que se convirtió en la única planta fuera de Alemania en hacerlo.

 

 

Esto provocó un impacto económico importante, generando miles de empleos directos e indirectos, desde trabajadores de la planta hasta proveedores de autopartes. La presencia de la marca alemana impulsó el desarrollo económico de la región, atrayendo inversión y consolidando a Puebla como un pilar de la industria automotriz. El vocho fue un motor de progreso para la ciudad.

 

El vocho se convirtió en un auto económico, duradero y fácil de mantener, lo que lo hizo ideal para las familias poblanas y mexicanas de clase media y trabajadora. En Puebla era visto como un orgullo local; no solo era accesible, sino que representaba el esfuerzo de los trabajadores de la región. Su versatilidad lo llevó a ser usado como taxi, auto personal y hasta vehículo de trabajo.

 

Trascendió su función práctica para convertirse en un símbolo cultural. Como taxi, pintado de colores característicos, era una imagen cotidiana en las calles poblanas. Esta conexión emocional se arraigó en la identidad de la ciudad, donde se le veía como un reflejo de la vida diaria y la creatividad local. Y, aun cuando su producción terminó, el vocho sigue vivo a través de clubes de coleccionistas, desfiles y eventos.

 

¿Por qué se dejó de producir?

 

El vocho dejó de producirse principalmente debido a la disminución de la demanda y a los cambios en las regulaciones de seguridad y emisiones. El diseño original, con motor trasero refrigerado por aire, no cumplía con las regulaciones modernas de emisiones y seguridad, como zonas de deformación o estándares de contaminación.

 

A medida que avanzaba el tiempo, el vocho se enfrentaba a estándares más estrictos en cuanto a seguridad y emisiones, lo que dificultaba su adaptación a las nuevas normativas. Además, la preferencia de los consumidores se inclinó hacia otros modelos más modernos, resultando en una caída en las ventas del vocho.

 

En la actualidad, el vocho es considerado un auto clásico por su longevidad, su modelo icónico y su relevancia cultural. En México, un modelo de los años 80 o 90 en buen estado puede costar alrededor de 100,000 pesos.

 

Por otro lado, un vocho completamente restaurado, en condiciones excepcionales, puede cotizarse hasta en 200,000 pesos. Mientras que los modelos especiales, como el “Última Edición” de 2003, pueden alcanzar precios más altos, especialmente si están en estado de colección. En mercados internacionales, estos modelos pueden costar entre 15,000 y 30,000 dólares, dependiendo de su conservación. En Estados Unidos, un vocho de los años 60 en condiciones de colección ha alcanzado precios promedio de 20,000 a 50,000 dólares.

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