
Un estudio publicado por Nature Communications confirmó que el comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo (SSSB) no solo es común en la naturaleza, sino que cumple funciones esenciales en la vida social de muchas especies. De hecho, se documentó en al menos 1,500 especies, desde pingüinos y bonobos hasta libélulas y escarabajos.
A diferencia de los humanos, donde la orientación sexual involucra aspectos culturales, sicológicos y afectivos, los científicos señalaron conductas observables como cópulas, cortejos, vínculos o crianza entre individuos del mismo sexo. En especies sociales como bonobos, delfines o macacos japoneses, estos comportamientos ayudan a reducir la tensión, establecer jerarquías o reforzar alianzas.
El estudio fue liderado por investigadores del CSIC y la Universidad de Granada, y examinó 261 especies de mamíferos, hallando que el SSSB es más frecuente en animales que dependen de la cooperación para sobrevivir. En el caso de los bonobos, por ejemplo, el sexo entre hembras fortalece los lazos del grupo y mantiene la armonía social; entre los delfines nariz de botella, las relaciones homosexuales entre machos forman parte de la formación de alianzas para cazar o defenderse.
“Aparentemente no discriminan por sexo, aunque al mismo tiempo, no parecen ajustarse a una orientación particular y tampoco son monógamos”, aseguró la investigadora Leoma Williams de Discover Wildlife.
Aunque se creía que se trataba de un error evolutivo, la homosexualidad parece tener un valor adaptativo, ya que en especies con alta agresividad intrasexual, como los babuinos, el sexo entre machos puede disminuir la violencia y fomentar la estabilidad del grupo. En aves como los cisnes negros o los pingüinos, las parejas del mismo sexo incluso crían con éxito a sus polluelos.
Uno de los casos más sorprendentes es el de los carneros domésticos, que entre 8 y 10 % presentan preferencias sexuales exclusivamente hacia otros machos, incluso cuando hay hembras disponibles. Esta inclinación está asociada a diferencias a nivel cerebral.
Lo que durante siglos fue interpretado como “antinatural” hoy es un componente legítimo y funcional de la diversidad animal. La ciencia no sólo desmintió prejuicios, sino que también confirmó que la variabilidad sexual forma parte del equilibrio y la supervivencia de muchas especies.