
Mientras el calor extremo se intensifica en las ciudades, el uso del aire acondicionado crece como respuesta inmediata, aunque su impacto genera controversia. Las islas de calor urbanas, áreas donde la temperatura es considerablemente mayor que en zonas rurales cercanas, agravan este fenómeno térmico por la concentración de concreto, asfalto y actividad humana.
El efecto isla de calor puede elevar la temperatura entre 10 y 15 grados Celsius, según informes recientes sobre eventos de calor extremo en diferentes regiones del mundo. Al almacenar calor durante el día y liberarlo durante la noche, las superficies urbanas prolongan el calor más allá del atardecer, reduciendo el alivio nocturno esperado.
Frente a este panorama, la climatización artificial se presenta como un alivio temporal. En países como México, datos de la Encuesta Nacional Sobre Consumo de Energéticos en Viviendas Particulares reportan más de siete millones de unidades de aire acondicionado instaladas en viviendas particulares, concentradas principalmente en regiones cálidas. Sin embargo, la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía advirtió que este consumo representa aproximadamente 30 % del gasto eléctrico residencial en estas zonas.
A nivel internacional, situaciones similares se registran en Argentina, donde el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos calculó que 47.1 % de los hogares cuenta con aire acondicionado . El Área Metropolitana de Buenos Aires alcanza casi 92 % de cobertura en hogares.
IMG2 La eficiencia energética de los aparatos y el contexto climático son factores determinantes del impacto ambiental. Por ejemplo, un aire acondicionado de dos toneladas con eficiencia de 15 SEER consume cerca de 1.5 kilowatts por hora, lo que se traduce en 12 kilowatts diarios si se utiliza ocho horas.
Especialistas sugieren alternativas urbanas que reduzcan la temperatura sin depender exclusivamente de equipos eléctricos. Iniciativas como techos fríos, pavimentos reflectantes y vegetación urbana demuestran ser eficaces para mitigar el calor en megaciudades como Los Ángeles, Tokio y Singapur. En Tokio, por ejemplo, el gobierno implementó hasta 200 kilómetros de pavimentos frescos, priorizando las zonas más calurosas del centro. Sin embargo, el crecimiento de la demanda eléctrica para refrigeración podría agravar el cambio climático, especialmente si se sostiene mediante combustibles fósiles. El 2024 fue el año más caluroso, con un aumento promedio global de 1.55 grados Celsius sobre los niveles preindustriales.
Las ciudades, cada vez más densamente pobladas, enfrentan el desafío de equilibrar la necesidad inmediata de confort térmico con soluciones sostenibles que reduzcan el calentamiento urbano. Los expertos coinciden en que estrategias integrales serán necesarias para afrontar el crecimiento proyectado de la población urbana, estimado en casi 70 % para 2050. (Notipress)