
Asia registró el aumento de temperatura más acelerado del planeta en las últimas décadas, de acuerdo con un informe reciente de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Entre 1991 y 2024, el continente se calentó a un ritmo de 0,45 °C por década, cifra que duplica la tasa registrada entre 1961 y 1990 y es casi el doble de la media mundial actual.
El año 2024 se posicionó como el más caluroso registrado en Asia, o el segundo más caluroso, dependiendo del conjunto de datos considerado. Según el informe, "las temperaturas en Asia superaron en 1,04 °C la media del período 1991-2020", lo que confirma una tendencia creciente de calor extremo sostenida por más de tres décadas.
Los efectos en la salud y el bienestar de la población ya son visibles. El aumento de la temperatura ha favorecido olas de calor prolongadas, menos nevadas en invierno, veranos intensos, e incluso olas de calor marítimas, que han modificado la vida en las costas. La OMM advierte que el cambio climático ha provocado "penurias considerables para las personas afectadas", en referencia a los impactos sobre el acceso al agua, la producción de alimentos, la movilidad y los servicios sanitarios.
Regiones como el oeste de China, Japón, el sudeste asiático continental, Oriente Próximo y partes de Siberia se han calentado más que otras. En contraste, el mar de Okhotsk, junto con su costa próxima a la península rusa de Kamchatka, registró temperaturas por debajo de la media de referencia, siendo la única excepción destacada en el continente.
Además del calor extremo, el nivel del mar ha aumentado por encima de la media mundial en zonas del océano Índico, el Pacífico occidental y la costa australiana. Esta situación afecta directamente a la salud pública, al aumentar el riesgo de desplazamientos forzados, inseguridad alimentaria y propagación de enfermedades sensibles al clima.
El informe atribuye parte del rápido calentamiento de Asia a su gran masa continental, dado que las superficies terrestres reaccionan más intensamente al calentamiento que los océanos. Este fenómeno agrava la vulnerabilidad de las ciudades densamente pobladas y con acceso limitado a infraestructura adaptada al clima extremo.
La OMM también reporta una disminución de los glaciares y una menor acumulación de nieve en invierno, dos factores que comprometen la disponibilidad de agua para millones de personas. Asimismo, los eventos extremos como ciclones, inundaciones y sequías han incrementado su frecuencia e intensidad, con consecuencias directas sobre la salud mental y física de las comunidades. (NotiPress)