Ha pasado la celebración de Navidad y es inevitable evidenciar la enorme cantidad de basura y contaminación que dejó esta temporada.
El consumo excesivo durante esta celebración genera una avalancha de residuos que incluye envolturas de regalos, plásticos de un solo uso, envases de unicel, botellas de vidrio y sobras de alimentos.
La quema de pirotecnia, muy común en esta temporada, libera partículas contaminantes al aire, lo que afecta gravemente la calidad atmosférica y la salud de personas con problemas respiratorios, animales y el ecosistema urbano en general.
Autoridades y organizaciones ambientalistas, como Greenpeace, advierten que la producción de basura en grandes ciudades aumenta hasta en 30 % en comparación con el resto del año. Este repunte pone una presión adicional sobre los sistemas de recolección y los rellenos sanitarios, que a menudo terminan saturados y con mayor riesgo de colapso.
A pesar de las campañas de concientización sobre reciclaje y reducción de desechos, muchos residuos no se separan adecuadamente y terminan contaminando suelos, ríos y cuerpos de agua.
El desperdicio de alimentos también es alarmante, se estima que hasta 40 % de la comida preparada en estas fechas acaba en la basura, lo que implica un uso innecesario de recursos naturales y mayor emisión de gases de efecto invernadero.
Y es que, aunque la Navidad ya pasó, las fiestas de Año Nuevo y Reyes Magos anticipan otro incremento en residuos y pirotecnia, por lo que expertos llaman a adoptar prácticas más responsables.
Las fiestas decembrinas revelan un contraste doloroso, mientras las personas celebran con alegría, el planeta paga un precio alto, recordando que el cuidado del medioambiente debe ser parte esencial de las tradiciones.